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El debate sobre la agresión. Parte 2

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También se ha encontrado que la actividad cerebral de regiones como la corteza orbitofrontal, el giro cingulado, la amígdala cerebral y el núcleo accumbens se relaciona con comportamientos agresivos y puede estar regulada por los niveles circulantes de testosterona (Delgado et al., 2018).

 

El debate del aprendizaje

El aprendizaje es un proceso que implica la adquisición o modificación de conductas de manera relativamente permanente y estable a través del tiempo. Existen muchas formas y ambientes de aprendizaje; como cualquier conducta, la agresión es susceptible de ser aprendida en ambientes y situaciones muy variadas.

Respecto al aprendizaje de conductas agresivas, Albert Bandura propuso la Teoría del aprendizaje social de la agresión, según la cual aprendemos la agresión no solamente al experimentar beneficios, sino también observando a los demás. Como ocurre con la mayoría de las formas de comportamiento social, aprendemos la agresión observando cómo actúan los demás y tomando nota de sus consecuencias (Myers, 2000).

Para probar su hipótesis Bandura llevó a cabo un estudio en donde a varios niños de edad preescolar se les presentaban unos modelos en relación con un muñeco inflable (“Bobo”).

Al grupo 1 de niños se les mostró un modelo que atacaba agresivamente al muñeco “Bobo”. Al grupo 2 se les mostró un modelo que se sentaba pacíficamente en un lugar cercano al muñeco. En las pruebas posteriores el grupo que había observado la agresión (grupo 1) manifestaron una tendencia a igualar la conducta de los modelos de una forma bastante precisa, mientras que aquellos que habían presenciado un modelo pasivo (grupo 2) tendieron a manifestarse tranquilamente e imitar la conducta pacífica del modelo observado (Ruiz, 2010).

 

El debate de lo social

Ningún ser humano se desarrolla fuera de un grupo social; en la vida y desarrollo de un individuo coexisten diversos grupos, de todos estos es quizá la familia el más importante y determinante.

McClosky y Lichter (2003: citados en Aroca, Bellver y Alba, 2012) después de su estudio concluyeron que la exposición de los niños a la violencia conyugal pronosticó la agresión hacia sus compañeros o grupo de pares; también encontraron que la violencia conyugal se relacionaba con la agresión entre padres e hijos, pero sólo para los jóvenes menores de 18 años.

Eldeson (1999: citado en Aroca, Bellver y Alba, 2012) es más contundente al afirmar que los diferentes tipos de violencia familiar (entre la pareja y de padres a hijos) se pueden vincular directamente a los comportamientos de violencia contra los progenitores u otras formas de violencia.

Por otro lado, teniendo en cuenta las influencias culturales y subculturales en la agresión, Shaffer(2000: citado en Castillo, 2006) también observa que las tendencias agresivas o antisociales de las personas dependen en gran parte del grado en que su cultura o subcultura fomente o acepte la cultura de este tipo.

 

Otras influencias

Existen gran cantidad de factores que pueden desencadenar una respuesta agresiva. Como variables del entorno físico se encuentran: el calor, la aglomeración/espacio, el ruido, entre otros. En cuanto al entorno social: el contenido de los medios de difusión/comunicación, los ataques entre grupos, el individualismo y el materialismo, las influencias grupales, factores socioeconómicos y el sentimiento de pertenencia. En relación con el individuo: el dolor experimentado, la excitabilidad, la pornografía y la violencia sexual, la presencia de algún trastorno, las experiencias y las características o rasgos individuales.

 

Conclusión

La agresión es un fenómeno complejo en donde intervienen una o más variables al mismo tiempo; algunos autores señalan que, frente a las determinantes biológicas y genéticas, el ambiente tiene una mayor influencia en la aparición de conductas agresivas, en cualquier situación, ya sea desde el núcleo familiar hasta la sociedad en general. Es importante tener en cuenta estos factores con el fin de prevenir la violencia.

 

 

REFERENCIAS

 

Aroca, C., Bellver, M. y Alba, J. (2012). La teoría del aprendizaje social como modelo explicativo de la violencia filio-parental. Revista Complutense de Educación 487 ISSN: 1130-2496. Vol. 23 Núm. 2 (2012) 487-511.

Castillo, M. (2006). El comportamiento agresivo y sus diferentes enfoques.Psicogente, vol. 9, núm. 15, junio, 2006, pp. 166-170. Universidad Simón Bolívar. Barranquilla, Colombia.
Delgado, P., Maya-Rosero, E., Franco, M., Montoya-Oviedo, N., Guatibonza, R., y Mockus, I. (2018). Testosterona y homicidio: aspectos neuroendocrinos de la agresión. Rev. Fac. Med. 2020;68(2):283-94. Spanish. Disponible en:

http://www.scielo.org.co/pdf/rfmun/v68n2/0120-0011-rfmun-68-02-283.pdf

Myers, D. (2000). Psicología Social. Colombia: McGraw-Hill.

Ruiz, Y. (2010). Aprendizaje vicario: implicaciones educativas en el aula. Revista digital para profesionales de la enseñanza. No. 10, septiembre 2010. Disponible en: https://www.feandalucia.ccoo.es/docu/p5sd7465.pdf

Jesús Emmanuel Martínez Velasco

jemartinez@clea.edu.mx